¿Es realmente el amor esa fuerza inexplicable que se muestra en las películas románticas?, o como dicen los científicos, ¿no es más que un cóctel de sustancias químicas?

Biólogos, psicólogos, psiquíatras, médicos, sociólogos, entre muchos investigadores más han dedicado su vida a explicar este fenómeno al que llamamos amor

Los psicólogos lo definen como “motivación relacionada con la consecución de un beneficio”, mientras que los psiquiatras dicen que son “impulsos eléctricos” o “dependencia química”. El Dr. Diego A. Golombes, catedrático de la Universidad de Quilmes, le llama “excusa para la reproducción y selectividad de especies”. Es decir, argumenta que simplemente es la manera de romantizar el apareamiento. 

Pero entre todas estas personas, se encuentra la doctora Hellen Fisher, (1997, Rutgers University), una de las científicas que más se han dedicado a estudiar este fenómeno. La doctora Fisher, ha dividido las etapas del amor romántico en tres:

1.- Lujuria, o el flechazo de Cupido 

Etapa caracterizada por el deseo sexual; la atracción empieza tiempo antes, desde el primer contacto visual. La primera sustancia que se genera al caer en este estado de “enamoramiento”, es la dopamina, neurotransmisor encargado del placer. Este, a su vez envía la información a los testículos u ovarios. 

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¡Por cierto!… La elección a primera vista de la pareja ideal no es cosa del destino. Arruinando un poco o mucho el romanticismo, las glándulas sudoríparas se encargan de secretar feromonas, una sustancia que genera un olor distinto en cada ser humano. Estas tienen la habilidad de atraer a aquella pareja cuyas características genéticas le “convengan” a nuestros genes. Esto da para realizar un “mapa” de la persona, basado en su olor. 

Las características que tomamos en cuenta al momento de elegir una pareja pueden variar de distintos factores:

  1. Por parecido físico con nosotros, por complementariedad, por proximidad física, o por un factor psicodinámico, es decir, que tienen un parecido (incluso olfativo), con nuestros padres. 
  2. De igual forma, nuestro cerebro genera una especie de “guía” amorosa, en la que recopila toda la información genética, y psicológica, combinada con distintas experiencias enlazadas con sentimientos de afecto o enamoramiento, que generan nuestro llamado “tipo”. 

En los adolescentes, se ha demostrado la segregación de una sustancia llamada feniletinamina, lo cual genera un estado de euforia muy comparable al consumo de cocaína. 

La atracción genera un estado donde la vista periférica falla, y sólo se concentra en tal persona. También se pierde el equilibrio, hay problemas en el habla y en el oído, se dilata la pupila, el estómago se contrae, eleva la presión arterial, la temperatura, el ritmo cardíaco, y la frecuencia respiratoria. Este “vuelco”, es lo llamado “flechazo de Cupido”.

Todo esto activa zonas del cerebro como el hipotálamo, el sistema límbico, y sobre todo, el cíngulo interior.

2.- Enamoramiento; flores, azúcar y muchos colores

Una vez que todos estos procesos han pasado, el cerebro segrega endorfinas y encefalinas, unas sustancias calmantes por naturaleza, encargadas de llevar al cerebro a su estado normal luego del caos. Al mismo tiempo, el páncreas se encarga de segregar insulina, que se convierte en un apetito por la comida dulce, y un aumento de peso.

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Durante esta etapa se presenta una importante baja de serotonina, una sustancia cuya falta es relacionada con el OCD. Por eso, a este afecto se le puede llamar una obsesión. Esto podría suponer que la administración de serotonina a las personas en este estado de enamoramiento, podrían “curarse” de ese amor. Y la administración de dopamina, podría generar un estado de enamoramiento no natural, una especie de amarre químico.

En este proceso se activa la capacidad para la memoria a largo plazo, causante de que cualquier estímulo generado por la persona amada se guardé en nuestra memoria. También se ha demostrado que genera una mayor capacidad de retención, por eso la persona en este estado, suele aprenderse cada detalle del individuo amado. 

Puede acabar este periodo con la “pasión neuroendocrina”, otra etapa en la que ambos individuos generan testosterona. En el hombre se manifiesta en forma de “valentía”, mientras que en la mujer como una especie de “ceguera del buen juicio”. Este estado se acaba con la relación sexual.

Sin embargo, si este vínculo se vuelve fuerte, deja de ser un amor meramente bioquímico, para ser uno intelectual. El proceso de atracción bioquímica dura en general de 2 a 3 años. Luego de eso, se pasa del amor involuntario, a la voluntad de amar.

3.- Compromiso, el momento del sí.

En esta etapa se generan dos sustancias muy importantes para definir el amor romántico del que no lo es. La oxitocina, y la vasopresina son primordiales para el vínculo de ambas partes como una pareja, que puede compartir una vida juntos y criar a sus hijos. 

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El perrito de la pradera es uno de los pocos mamíferos que tienen la característica de la monogamia. Estos, una vez que han “sentado cabeza” con una pareja, se dedican a tener crías y cuidarlas, debido a que generan estas dos sustancias. Sin embargo, en animales como gansos o lobos, también monógamos, si su pareja muere, cometen suicidio. Esto es porque ellos generan mayores cantidades de vasopresina. Al ser cortada, pasan por un proceso igual al de la abstinencia, esto les genera desesperación y depresión.

 Aunque cada etapa sólo puede llevarse a cabo con una persona en la mira, esto no quiere decir que dos diferentes etapas no puedan convivir en nuestro cerebro, con personas distintas. Es decir, se puede amar a dos personas al mismo tiempo, más no de la misma manera. De hecho, este hecho tal vez puede explicar la infidelidad.

La ciencia intenta dar respuesta a todas estas cuestiones humanas, pero por el momento, el ser humano está destinado a su propio juicio para dictar si esa persona especial es la indicada o no. 

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